Tras la expulsión del último rey en el 509 a.C., se estableció una nueva forma de gobierno: la República, una forma de gobierno en la que no hay rey.
La República se gobernaba mediante tres instituciones:
-El Senado era la institución más importante. Dirigía la política exterior y debía ser consultado en todos los asuntos. También disponía de las finanzas, el dinero público.
-Los Magistrados eran los distintos cargos del gobierno que ejercían su poder en nombre del Senado y del pueblo de Roma, que los elegía. Los magistrados más importantes eran los Cónsules (había dos), que dirigían el gobierno y el ejército.
- Los Comicios eran asambleas en las que se reunían los ciudadanos romanos para votar las leyes y elegir a los magistrados.
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Esquema de las instituciones políticas republicanas.
La sociedad romana se dividía en dos grandes grupos: los patricios y los plebeyos.
-Los patricios controlaban el gobierno de la República. Eran una minoría de familias aristocráticas, descendientes de los fundadores de Roma y propietarios de las tierras y el ganado.
-Los plebeyos eran el grupo más numeroso, formado por campesinos, artesanos y comerciantes.
Al principio de la República solamente los patricios podían elaborar las leyes y ser magistrados y senadores, mientras que los plebeyos carecían de derechos políticos. Por eso durante doscientos años los plebeyos lucharon para obtener los mismos derechos que los patricios: Primero obtuvieron un representante político que defendiera sus intereses, el tribuno de la plebe, más adelante consiguieron el Código de las doce Tablas, que reunía todas las leyes de Roma para evitar los abusos a los que eran sometidos. Finalmente, a partir del siglo III a.C. las leyes fueron igualando a patricios y plebeyos, permitiendo el matrimonio entre ambos grupos y el acceso de los plebeyos a las magistraturas y el senado.
Pero no todas las personas tenían derechos políticos en Roma:
-En Roma también hubo esclavas y esclavos, considerados como “res”, que significaba que eran cosas, no personas, siempre bajo la voluntad de su amo. Habían llegado a la esclavitud por ser hijas e hijos de esclavos o como prisioneros de guerra. Podían alcanzar la libertad comprándosela a su amo y convertirse en libertos.
Las mujeres, aunque gozaban de mayor libertad que la mujer de la Antigua Grecia, las mujeres romanas también tenían marcada su existencia por el rol que les asignaba la sociedad. Si bien tenía una gran presencia en lo doméstico, la familia romana se estructuraba en torno al pater familias (padre de familia), que era la autoridad en la domus. La mujer podía supervisar el funcionamiento de las gestiones de la casa y ejercer de administradora, entrar y salir libremente, aconsejar a su marido y participar con él en recepciones, banquetes, espectáculos y fiestas. Sin embargo, su papel se reducía al ámbito doméstico y familiar. Nunca fueron ciudadanas, es decir, jamás gozaron de derechos políticos.
El punto más alto de la trayectoria vital de una mujer era el matrimonio, que se consideraba una herramienta para preservar el estatus y la herencia familiar gracias a los hijos. Mientras que en Grecia el papel de la mujer era reproducir biológicamente ciudadanos, siendo los hombres encargados de su educación, en Roma el papel de la mujer era culturalmente valorado y reconocido: una vez que daban a luz, se convertían en matronas y eran ellas quienes educaban a los hijos en los primeros años y quienes les transmitían los valores cívicos. Las matronas debían ser virtuosas, castas y pías y vestir de manera modesta. No se les reconocía el derecho a la sexualidad fuera del hecho reproductivo y además se esperaba que tuvieran todos los hijos posibles para perpetuar el nombre familiar.
La mujer romana libre se casaba generalmente entre los trece y los diecisiete años. El matrimonio estaba lleno de ritos y formalidades que anticipaban la vida a la que se consagraría la mujer. Por lo general, la mujer quedaba sometida a la tutela del marido o la de su suegro. La violencia física contra la mujer era común en la convivencia. Se percibía como un signo masculino de pasión.
El divorcio era posible, e incluso podía solicitarlo la mujer si carecía de parientes varones cercanos. Sin embargo, era mejor vista socialmente la mujer que sólo se había casado una vez. En caso de viudedad, debían guardar luto durante meses, mientras los hombres podían volver a casarse cuando quisieran.
Con el tiempo, las mujeres comenzaron a transgredir los códigos morales que se les imponía y a exigir una mayor libertad. Ya en el siglo I d.C. las mujeres de clase alta se podían instruir y cultivar y gozaban de mayor libertad. Las relaciones amorosas y extramaritales se consagraron como símbolo de liberación femenina. Aun así, el adulterio femenino se castigaba por ley y el marido podía matar impunemente a la mujer adúltera y a su amante. El acceso a la cultura y a la educación de las plebeyas, por el contrario, era muy limitado.
Las mujeres peor paradas en Roma eran las esclavas, que eran consideradas como objetos. Además de tener los peores trabajos, como cocineras, peluqueras, empleadas domésticas o costureras, también debían complacer a sus dueños en sus relaciones extra matrimoniales. Tampoco podían casarse, aunque sí podían unirse a otro esclavo, unión denominada contubernium. Este tipo de unión no tenía ningún tipo de reconocimiento legal y debía ser consentida por el amo, que en cualquier momento podía disolverla.
Recreación pictórica de esclavos romanos.
Aquí tienes los enlaces para hacer los ejercicios en pantalla grande: