Los ríos son corrientes permanentes de agua que discurren por la superficie de la Tierra de forma natural, canalizados en un cauce. Hay infinidad de ríos recorriendo el planeta, y pueden llegar a ser muy distintos entre sí. Los dos principales aspectos que caracterizan un río, y en los que nos basamos para determinar si son más o menos importantes, son su curso y su caudal.
El curso de un río es el recorrido que éste realiza desde su nacimiento hasta su desembocadura. Distinguimos tres tramos en el curso de un río:
En su desembocadura, los ríos pueden dar lugar a distintas formas costeras. Si transportan mucho sedimento y el mar en el que desembocan es tranquilo, pueden generar deltas.
En cambio, si el río es muy ancho en su desembocadura y el mar retira rápidamente los sedimentos con las mareas, aparece un estuario.
El caudal del río es la cantidad de agua que éste transporta. Ésta depende en gran medida del clima: cuantas más precipitaciones haya en la cuenca de un río, más agua transportará éste hasta el mar. No obstante, hay que tener en cuenta otros factores que influyen en la cantidad de agua que circula por un río, como la permeabilidad del suelo (cuanto mayor sea, más agua se infiltrará al subsuelo), o la intervención de los seres humanos (la cantidad de agua que se embalse, o que se desvíe para regar, etc.).
El caudal de un río no suele mantenerse constante a lo largo de todo el año, sino que hay estaciones en las que lleva más agua que en otras. Además, podemos clasificar los ríos según su régimen, es decir, según la procedencia del agua que transportan:
Ríos con régimen pluvial: son aquellos cuyas aguas proceden principalmente de la lluvia, de modo que su caudal aumenta en las estaciones lluviosas y disminuye en las secas.
Ríos con régimen nival: son aquéllos cuyas aguas proceden de la fusión de la nieve. En este caso el caudal del río no aumenta al mismo tiempo que se producen las precipitaciones, ya que la nieve queda acumulada en las montañas durante el invierno. Es en la primavera cuando el aumento de las temperaturas funde la nieve y hace que el caudal de los ríos aumente notablemente.
Ríos con régimen pluvio-nival: es una combinación del régimen pluvial y del nival. En unas épocas del año el caudal aumenta por las lluvias, y en otras es el deshielo el que provoca la crecida.
El agua que precipita sobre la superficie terrestre en forma de lluvia o nieve no sólo va a parar a los ríos para que la lleven de vuelta a los mares. Existen otras formaciones que acumulan agua en tierra firme, y entre las que destacan tres: los lagos, los acuíferos, y los glaciares.
Los lagos son masas de agua que se acumulan de forma permanente en el interior de los continentes, en zonas hundidas del terreno. En ocasiones son tan extensos que se les llega a llamar mares, como ocurre con el mar Caspio y el mar de Aral, que en realidad son dos lagos muy extensos situados en Asia, totalmente aislados de los océanos.
En otras ocasiones el agua que precipita sobre la superficie terrestre no discurre por los ríos ni se acumula en un lago, sino que se infiltra cuando se encuentra con un suelo de roca porosa. Cuando esas aguas infiltradas se encuentran con otra capa de roca impermeable se embolsa y forma el acuífero. Los acuíferos pueden retener el agua durante periodos muy largos de tiempo, aunque a veces ésta encuentra una salida al exterior y surgen manantiales. En otros casos somos los seres humanos quienes perforamos la roca con pozos para extraer el agua y aprovecharla para nuestro día a día, aunque si se produce sobreexplotación (sacar más agua del acuífero de la que se infiltra de forma natural), éste se puede llegar a secar.